Gregorio Luri se atreve a decir alto y claro lo que cada vez parece menos evidente: que no hay familias perfectas; que un hijo tiene derecho a saber que ser disciplinado es más importante que ser meramente inteligente; que más grave que equivocarse es no aprender nada de la equivocación; que se puede disponer de mucha información y ser un ignorante; que está muy bien oír un “no” no vez en cuando; y que es imprescindible aprender las palabras mágicas: “por favor”, “gracias”, “perdón” y “confío”.
Y es que, para ser una familia modélica, ayudaría mucho tener el segundo hijo antes que el primero, o que los niños vinieran al mundo con más sentido común que energía, o que se pudieran programar los estados de ánimo…
Un manifiesto para encontrar las claves de la sensatez de esas familias que no salen en los anuncios y que toca reivindicar.