Educar las emociones es una necesidad evidente para enriquecer las habilidades personales y favorecer las relaciones positivas. Ofrecer una educación emocional es una responsabilidad que deben compartir el sistema escolar y el entorno familiar. Los adultos encargados de ello con frecuencia necesitan reforzar sus recursos personales no solo para instruir adecuadamente a niños y adolescentes, sino también para gestionar las propias emociones.
En esta obra, la autora aborda aspectos relevantes en la vida del niño a través de una perspectiva del desarrollo desde la infancia a la adolescencia, con una propuesta que favorece la adaptación del niño y el equilibrio en el hogar, teniendo como fundamento principal la importancia del plano afectivo y aportando directrices que ayudarán a los padres en el manejo de conflictos.
Las referencias científicas que acompañan al texto dan rigor a un trabajo que pretende responder a la incuestionable necesidad de educar las emociones, especialmente cuando tenemos que trabajar con alumnos o con hijos con TDAH o que presentan síntomas próximos.